El crecimiento de los niños en lactancia materna está determinado por la adecuada nutrición recibida por el niño, la baja incidencia de infecciones y la excelente relación madre hijo. Se ha observado en estudios serios, que los niños exclusivamente amamantados suben de peso un promedio de 4.5 Kg En el primer semestre, alcanzando un promedio de 8 Kg de peso al cumplir seis meses. Los primeros 3 meses, el incremento ponderal es más rápido, alcanzando 800 o más gramos por mes, reduciéndose a menos de 500 g al sexto mes en consonancia con el hecho de que el niño tiene mayor peso total. El percentil 50 de peso según edad en el primer año de vida en los niños amamantados es igual o mayor que el percentil 50 de peso edad de las curvas internacionales de crecimiento infantil. De tal modo que la lactancia materna es capaz de cumplir el objetivo de crecimiento del niño en un elevado porcentaje de los casos.
El niño amamantado y supervisado en su peso, crece mejor, tiene menos probabilidades de desnutrición, tiene menos morbilidad, menos déficits vitamínicos y de oligoelementos y finaliza el primer año de vida con mejor peso y menos enfermedades que el niño alimentado en forma artificial.
El crecimiento de los niños prematuros es mejor, con menos morbilidad, con mejor pronóstico visual, auditivo y de desarrollo sicomotor cuando son alimentados con leche fresca de su propia madre y no con fórmulas artificiales, aunque éstas estén preparadas especialmente para prematuros.
La leche materna después de un parto prematuro es más rica en proteínas y sodio que la de las madres de recién nacidos de término, acorde a las necesidades particulares de sus hijos. La leche materna extraída puede ser fortificada en la cocina de leche, con productos específicos que contienen calorías, proteínas, calcio, fósforo, electrolitos y vitaminas, cuando se estima necesario, porque las necesidades nutricionales del niño menor de 1500 g son muy altas.
El lactante alimentado por su propia madre desde el nacimiento, lleva un estilo de vida que se caracteriza por: satisfacción de sus necesidades nutricionales en forma flexible, acorde a su propia tolerancia y ritmo; contacto placentero y frecuente con su madre que le otorga singular sensación de seguridad, al mismo tiempo que estimulación sicomotora personalizada y cuidados generales adecuados; recibe leche humana en cantidad flexible, modulada por su propio apetito y la atención de su madre, en frecuencia personal por demanda, compuesta de macro y micro nutrientes proporcionalmente combinados y variables a medida que se va produciendo su crecimiento y evolución etárea; la leche humana lo protege de frecuentes enfermedades que interfieran con su progreso evolutivo. La lactancia materna proporciona mejor rendimiento intelectual, conductual y sensorial en los pre-escolares, escolares y adolescentes que fueron amamantados en su edad lactante.
Las madres producen un promedio de 750 ml de leche por día, que ha sido medida por interesantes métodos. La leche que producen proporciona a los niños: 120 Kcal., 2 g de proteínas, 14 g de hidratos de carbono y 4 g de lípidos por Kg. de peso por día durante el primer mes de vida; al cuarto mes, el niño está recibiendo 70 Kcal., 1.6 g de proteínas, 12 g de hidratos de carbono y 3 g de lípidos por Kg. de peso por día lo cual guarda relación
con un crecimiento sostenido del niño, que lo lleva a un peso cercano a los 7 Kg. al cuarto mes los mismos niños muestran adecuado crecimiento en talla y en circunferencia craneana, desarrollo sicomotor normal y niveles normales de albúmina, de carotenos, de hierro, de marcadores de depósitos de hierro, de hemoglobina y de vitaminas en su plasma.
La anemia ferropriva es muy poco frecuente en las poblaciones de niños en lactancia exclusiva. Ello se debe a las proporciones nutricionales de la leche humana y a la ausencia de pérdidas intestinales de sangre, con ahorro de hierro.
Los déficits de hierro, de sus depósitos e incluso anemias ferroprivas se presentan en niños amamantados si las madres no tienen un estado normal de hierro, lo cual debe considerarse seriamente durante la supervisión del niño para suplementar el aporte de hierro.
El déficit de vitamina D es muy raro durante la lactancia materna, desde el punto de vista epidemiológico. La leche humana tiene escaso nivel de vitamina D liposoluble y posee vitamina D hidrosoluble, cuyo rol biológico no ha sido aclarado, pero se atribuye a las características de biodisponibilidad el hecho conocido de que casi no existe el déficit de vitamina D en los niños de pecho. La misma biodisponibilidad se describe para la vitamina E, el ácido fólico, el zinc, el cobre y otros oligoelementos. Las cantidades de vitaminas A y C presentes son muy apropiadas para las necesidades del lactante.
FUENTE: Crianza y Salud